Una caldeada sesión del Cabildo..

Publicado el 13 May 2014


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TacuaryHace 203 años, 28 de marzo de 1811, se reunía extraordinariamente el pleno del Cabildo, Justicia y Regimiento (*) de Asunción a fin de resolver la incómoda pregunta que en forma de murmuración se había rápidamente esparcido en la ciudad apenas se tuvo conocimiento de la victoria en Tacuary: ¿por qué el general Cabañas fue tan generoso con Belgrano?

La capitulación concedida a Belgrano en Tacuary sería el estigma que perseguiría a Cabañas hasta el final de sus días. A más de las duras críticas que le llovieron por parte de los realistas (españoles europeos) y diversos sectores de la sociedad, debió soportar censuras hasta de su propia familia. Comenta, al respecto, su sobrino Manuel Pedro de la Peña (polémico compatriota que desde Buenos Aires despotricaba contra el gobierno de don Carlos Antonio López bajo el seudónimo de “el ciudadano paraguayo”), cuya madre era hermana de Cabañas, que: “Cuando las capitulaciones de Cabañas con Belgrano, Gamarra y don Pío [Ramón Pío de la Peña era su padre] eran opuestos a que se le dejase salir del país con las armas al enemigo, pero como no lo consiguieron, don Pío quebró enteramente con su primo político Cabañas, y desde entonces cortaron toda relación de parentesco y amistad”. Tampoco lo olvidaría nuestro prócer Mariano Antonio Molas, quien a más de 30 años de la acción, recordaba todavía con enojo que Cabañas “no tenía facultad, ni estaba autorizado para celebrar ni ajustar tratados ni convenciones con Belgrano, sino apenas para concederle su retirada libre”.

Con este ánimo sesionaba el Cabildo asunceno aquel 28 de marzo de 1811. Tomó primeramente la palabra el Alcalde de 2do Voto, don Antonio Recalde, quien luego de detallar los tremendos esfuerzos que se realizaron a fin preparar a la Provincia para la defensa, no habiendo habido “más fondo que el de la lealtad, pues los vecinos pudientes aportaron con sus erogaciones y donativos voluntarios, y los pobres con sus personas”, resultaba conveniente que se diera pública satisfacción a los vecinos y moradores del Paraguay, puesto que todo lo obrado fue fruto de su sangre y sus intereses. Luego, ya subido de tono, preguntó si cómo era posible que, a confesión de personas imparciales, el mayor general enemigo (José Ildefonso Machaín) rendido a discreción con toda su división, no dejando otro arbitrio a su general (Belgrano) que el de reducirse a la misma suerte; y el Emisario que mandó (José Alberto Cálcena y Echeverría), se dice públicamente que entró diciendo a voces que admitirían cualesquiera partido; y es de creer, según el miserable estado a que se hallaban reducidas las tristes reliquias de su Ejército, que hubiera admitido el yugo que se les quisiese imponer; ¿cómo es posible que se permitió al enemigo retirarse a la otra banda del Paraná, no sólo con sus armas, pertrechos y equipajes, sino también con todo lo tomado en la Provincia? Y concluyó diciendo: “Una condescendencia tan extemporánea ha sorprendido al público que como es notorio se queja amargamente del general Cabañas, cuya conducta se hace aún más reparable en el contexto de la capitulación, pues en ella no da otra causa para usar de tanta generosidad con el enemigo que haber expuesto éste no venía a hostilizar a la Provincia, sino a auxiliarla y ponerle en libertad, cuyos hechos estaban desmentidos por sus propias operaciones. El exponente se persuade que Cabañas habría tenido otros fundamentos más sólidos para obrar en los términos que ha hecho, y que tal vez no habrá creído conducente su publicación; pero lo es efectivamente al honor de la Patria, del Gobierno y del mismo Cabañas

Seguidamente, hizo uso de la palabra el veterano Alcalde de 1er Voto, don Bernardo de Haedo, quien mucho más cauto, indicó que subsistiendo las mismas razones para censurar o bonificar la capitulación de Cabañas con el insurgente Belgrano, convenía diferir la discusión de esta materia (cuando esta sea discutible) cuando se tuviera un mejor conocimiento de la materia, o cuando les sean proporcionadas las relaciones verídicas que del hecho se informe.

Acto seguido, tomó la palabra el regidor alférez real don Bernardo de Argaña, quien sostuvo que más bien convenía tratar la materia cuando llegue a la ciudad S.S. el gobernador Velasco, atento a que se suponía que aquel estaría bien instruido en ella. Secundaron esta moción el regidor fiel ejecutor don Pedro Pablo Martínez Sáenz (quien junto a su hermano era propietario de la actual Casa de la Independencia) y el regidor don Francisco Díaz de Bedoya, agregando este último que el Gobernador estaba próximo a venir y que entonces daría su parecer sobre la materia. Seguidamente, el regidor defensor general de menores don Joaquín de Enterría dijo que se conformaba en todas sus partes con lo expuesto por el Alcalde de 1er Voto don Bernardo de Haedo.

No tuvo el mismo parecer el regidor defensor general de pobres don José García del Barrio, quien advirtió que no se debía deslindar esta materia, atentos a las circunstancias del tiempo. En otras palabras: que se resolviera el asunto inmediatamente, en esa misma sesión.

A este punto, José García del Barrio fue el único que había tibia e indirectamente secundado la moción inicial del Alcalde de 2do Voto Recalde, cuando le llegó finalmente el turno al regidor don José Carísimo. Habló este con elocuencia, argumentando que dudaba mucho que el Cabildo se encontraba facultado a “interpelar” a Cabañas, y menos aún “en las delicadas circunstancias del día en que nunca debe disgustarse a los más distinguidos y beneméritos de nuestros conciudadanos que tan señalados servicios han hecho a la patria, sobrepujando nuestras esperanzas”. Con estas contundentes palabras se puso punto final a la discusión, librando así al Vencedor de Tacuary del inmerecido escarnio que hubiese significado comparecer a rendir cuentas a los mismos cabildantes que meses atrás, ante las primeras noticias adversas que se corrieron sobre la batalla de Paraguarí, se precipitaron al puerto y colmaron 17 buques a fin de poner a salvaguarda sus caudales.

Pero los rumores no se detuvieron y Cabañas optó por retirarse a su estancia de la cordillera, corriéndose inclusive la voz de que se encontraba preso. Demostraciones de las censuras sufridas por Cabañas pueden observarse en la obra del prócer Molas, quien lo critica acerbamente por la respuesta que suscribió a Belgrano durante las negociaciones en Tacuary, sobre la cual asestó: “Este oficio tan mal concebido, ridículo y chabacano, manifiesta con demasiada evidencia la suma insuficiencia de su autor”. Lo curioso del caso es que al conmemorarse el centenario de la independencia, en relación al mismísimo oficio, Fulgencio R. Moreno, comentó: “La contestación de Cabañas puede considerarse como la voz de la Provincia; y es raro que ni entonces ni después haya sido comprendida”. Y casi doscientos años después de la batalla, José Antonio Vázquez, escribió: “La respuesta de Cabañas es toda una pieza histórica, redactada sin tener a su lado al Dr. Francia ni a ningún otro sabio”. Pero aunque parezca extraño, la reivindicación de la conducta de Cabañas es de larga data y proviene de la persona menos sospechada.

Un par de semanas después de esta caldeada sesión, perduraban e incluso se recrudecieron las críticas esparcidas contra quienes habían ofrendado sus vidas en Tacuary. Entonces, salió al paso el gobernador Velasco, quien el 18 de abril de 1811 mandó publicar un Bando, en donde refería: “Los sucesos humanos por más favorables que sean nunca satisfacen al corazón del hombre creado para dichas inefables. De este natural sentimiento resulta que habiendo conseguido esta fidelísima Provincia hacer respetables sus Derechos con los heroicos esfuerzos de sus nobles habitantes en las gloriosas Batallas de Paraguarí y Tacuary, no hayan logrado el contento que corresponde a nuestros triunfos y actual situación. A esto han contribuido las indiscretas producciones de algunos Egoístas insociables que desde el reposo de sus casas han proyectado ataques y Batallas, y quisieran haber visto aniquilados a cualquier costa los que amenazaban sus caudales y comodidades, al paso que se hacen sordos cuando la Patria los necesita. Así esta clase de hombres indignos de los derechos de Ciudadanos, como unos pocos Malévolos que por otros fines criminales deprimen vuestro inestimable mérito, son acreedores al severo castigo que les tengo decretado. Despreciad altamente a unos y otros, y estad ciertos nobles ciudadanos de la Capital y todo el vasto distrito de esta Provincia, se halla justamente reconocido a vuestros distinguidos servicios, que han librado a sus moradores del mayor mal que puede sufrir un País. Habéis defendido vuestra libertad civil, los derechos del Rey y la constitución. Vivid contentos: reposad en el seno de vuestras familias… Esta Provincia es ilustrada y fuerte y la divina Providencia que vela sobre su conservación, cada día nos depara medios que la hacen inaccesible. No penséis que vuestro mérito ha de quedar en el olvido; todos mis esfuerzos desde este momento se reducen a elevarle [estas noticias] al Gobierno Soberano de las Cortes

El apoyo público que el Gobernador había realizado subliminalmente en favor de Cabañas, le fue retribuido por éste, quien el 24 de abril, desde las cordilleras, respondió una esquela de Velasco. Como el Gobernador se había mostrado preocupado por su estado de salud, en ella escribe Cabañas que su físico no representaba más que “a un esqueleto viviente”, para seguidamente excusarse que jamás había ofendido la lealtad al Rey, ni por leve pensamiento; y agregaba: “El estado desgraciado en que me hallo, de [no] poder merecer su vista, junto con el no encontrar una Persona de Satisfacción de quien valerme para contestarle siquiera, me ha sido muy mortificante hasta esta fecha, en que lo ejecuto, diciéndole: que estoy con algunos principios de mejoría; pero no libre de algún sentimiento, formado sobre el desagradecimiento de algunos Hombres, que prestándome DIOS la vida, han de tener satisfacción de mi conducta”.

Faltaba muy poco tiempo para que estallara nuestra revolución de la independencia, en donde dos diputados (José Gaspar Rodríguez de Francia y Juan Valeriano Zeballos) serían agregados al despacho de Velasco hasta tanto se convocara un Congreso General en que se estableciera una nueva forma de gobierno. Dicho congreso fue celebrado en junio de 1811 y resulta importante destacar que no obstante encontrarse la elección ya echada de antemano (bajo la figura de Yegros, Cavallero, Francia, Bogarín y De la Mora), de haberlo deseado, Cavañas pudo haber integrado el primer gobierno de la era independiente. En aquella asamblea, tanto Fulgencio Yegros, Vicente Ignacio Iturbe, Antonio Tomás Yegros, José Antonio Yegros, José Agustín Yegros, José Luis Cavallero y Francisco Antonio Cavallero, mocionaron a Cabañas para Presidente o Vocal, indistintamente, de la Junta Superior Gubernativa. Teniendo el beneplácito del líder indiscutible de la revolución, Fulgencio Yegros, y de los oficiales más prestigiosos de entonces (todo hace suponer que Pedro Juan Cavallero realizaría igual voto, pero como consecuencia de encontrarse éste presidiendo la Asamblea en su carácter de Comandante del Cuartel General, nunca lo sabremos, así como tampoco respecto del parecer del Dr. Francia y Juan Valeriano Zeballos), resulta evidente que decidió apartarse de la Junta a fin de no desairar a Velasco, quien hacía escasos meses lo había defendido públicamente contra toda crítica. El honor marcial así se lo exigía.

Pasaron los años y se sobrevinieron tres nuevos cambios en la forma de gobierno. Ante la dictadura perpetua del Dr. Francia, Cabañas se retiró una vez más a su estancia de la cordillera en el partido de Barrero Grande (hoy Eusebio Ayala). Corría el año 1825 cuando don Pío Ramón de la Peña llegó de paso a aquella estancia de Cabañas en la cordillera. Hacía catorce años que no se hablaban por el motivo de la capitulación concedida a Belgrano. Ese día, comenta Manuel Pedro de la Peña que su padre y su tío se reconciliaron y volvieron a su antigua relación, recordando además haber oído a Cabañas reflexionar en retrospectiva, de la siguiente manera: “Sucediendo esto el sufrir, hemos pagado la chapetonada

(*) J. Natalicio González, refiere que el Cabildo es un cuerpo colegiado que delibera sobre los intereses de la comunidad, distribuye justicia al vecindario y ejerce el gobierno del municipio. Le integran los Alcaldes ordinarios y de la Hermandad, el Alférez Real, los Regidores y el Alguacil. El Gobernador, o quien hace sus veces, es su presidente nato. Corre a cargo del Cabildo la policía e higiene de la ciudad, la administración de la justicia, la regulación de los precios, el control de la moneda, de las pesas y medidas y del ejercicio de las profesiones manuales, todo lo tocante a edificación, trazado y limpieza de las calles, la reglamentación de las fiestas públicas. Recibe en acto público a los nuevos gobernantes y les da posesión del cargo. Las resoluciones se adoptan por voto mayoritario en las sesiones.

Fuente: Cecilio Báez “Historia Diplomática del Paraguay”, Tomo I; J. Natalicio González “Proceso y Formación de la Cultura Paraguaya”, Tomo I; Mariano Antonio Molas “Descripción Histórica de la Antigua Provincia del Paraguay”; Fulgencio R. Moreno “Estudio sobre la Independencia del Paraguay”; José Antonio Vázquez “Matiauda, capitán y vértice de Mayo”, Archivo Nacional de Asunción, Sección Historia, Vol. 184, Nº2.2, Año 1811, folio. 171.

Jeronimo Sann.


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